16.5.06

ALGUNOS ANTECEDENTES

Caricatura de Macdonald/Archer.
En lo que a publicaciones se refiere, Ross Macdonald es el autor que menos ha llamado la atención de críticos y estudiosos. Como es obvio, su héroe ha corrido la misma suerte. Hasta un punto en que la comodidad del lugar común lo ha divulgado de la misma manera que lo ha vulgarizado. Contra puesto a otros violentistas y/o románticos colegas suyos, ha pasado a ser el pachorriento, el reflexivo, el sentencioso que descarga el pensamiento luego de la acción mesurada y eficaz. También un poco el silvestre discípulo honorífico de Freud que anda con una lupa y un revólver tras la pista de un asesinato o una desaparición. “Archer es menor sentimental que Phillip Marlowe, menos cínico e insensible que Sam Spade o la Agencia Continental, y más humano que sus antecesores”, escribió John M. Muets en Contemporary Novelist.

Los giros literarios, al ser referidos específicamente a la literatura, suelen ofrecer sus riesgos. ¿Qué significa ser más humano? Qué ha sido más humanizado? ¿Qué es más verosímil? ¿O qué perteneciendo realmente a la especie lo es en mayor grado que sus semejantes?

Creo que antes de sumergirse en apreciaciones teóricas de cualquier índole, por lo menos habría que empezar por ver si el sujeto en cuestión tiene una historia personal o si, al igual que cualquiera de sus semejantes de tinta y papel, un día fue escrito y listo, abrimos un libro y simplemente estaba allí, tremendo, respirando inmortalidad, pero carente de pasado y no envejeciendo, atemporal, sin más biografía particular que esporádicos racontos o vagas referencias ambientales. Los personajes novelescos suelen adolecer de esta característica de nacer y quedarse con la misma edad en un lapso equis de vida, pero casi siempre dentro de los límites de un solo volumen; abstraídos, no tienen más remedio que abdicar en ese fluido ininterrumpido que es lo cotidiano, precisamente lo que aja y encanece.