16.5.06

EL CASUS INTERRUPTUS


Una vez de regreso en Los Angeles, ya dado de baja, en 1947 se casa con Sue, un matrimonio efímero, conflictivo, de duras secuelas, y es así como Lew Archer, a los 33 años, sufre su propia, cotidiana y hasta si se quiere prosaica crucifixión. Con una hipoteca bancaria, la joven pareja ha adquirido un bungalow de tres ambientes en un barrio residencial de clase media, entre Hollywood y Los Angeles, gravado con una hipoteca bancaria cuyas cuotas le quedarán adheridas a él, junto a las amarguras, como un sutil “bien ganancial” más.

Por esa época es que arrienda la pequeña oficina de dos ambientes, con teléfono pero sin baño, en el segundo piso de un bastante sórdido edificio de dos pisos en el bulevar Sunset de Hollywood. Como jamás le ha alcanzado ni siquiera para pagar una secretaria part-time, contrata el abono de un servicio telefónico de mensajería.

Ni él ni Sue se fueron infieles. En el sentido sexual del término, se entiende. Porque la infidelidad, quizá mucho más grave, fue a otro nivel: para Lew siempre estuvo primero el trabajo. Sue vio la soledad. La de su marido y la que por reflejo la amenazaba a ella como un tácito proyecto vital. Y dio la opción, gri´tó, discutió. Desesperado, impotente por la disyuntiva, Lew se tentó con las deformaciones de su profesión: la zamarreó, quizá hasta le sacudió algún que otro mamporro.

La próxima vez que tuvo noticias de ella fue a través de la escueta, dolorosa misiva de un abogado de Reno, donde se le solicitaba el divorcio. Acusación principal: crueldad mental. Corría 1948 y Lew se lo concedió. Ella volvió a casarse, tiene varios hijos y es todo lo feliz que se puede ser en un matrimonio. Su ex marido, en cambio, aunque notoriamente encumbrado en prestigio y reputación, sigue viviendo como si hubiera sido sólo ayer que hubiera vuelto al bungalow y se encontrara con que la mitad del placard ya está irremediablemente vacía.

En 1949, precisamente gracias a la mediación y recomendación de Peter Colton, ahora fiscal en la Corte de Los Angeles, es que Archer se ve enredado en el primer caso de importancia, el que años después, en 1965, muy posiblemente gracias a los coletazos de su antiguo amorío con Susana Drew, será llevado al cine bajo la producción de la Warner Bros. Picture, la dirección de James Smight y en el rol protagónico de Paul Newman, que compone uno de los mejores personajes de su carrera. Título, Harper; por un problema de cábala, de que no hay dos sin tres: Newman venía de meter doblete con Hud y The hustler, y entonces entendieron que la hache traía buena suerte..Lew Harper, para el cine, a partir de ahora. Y la aparición de la flaca y densa Janet Leigth, una californiana que descollaba en Psicosis de Alfred Hitchcock y que, en ese entonces, andaba por los 40, encarnando el papel de Susan Harper...!Susan Harper, nada menos! Un absurdo, si se quiere, pero el cine (?) tiene estas necesidades.

Fue en este caso donde Lew Archer mató, con sus propias manos, a un hombre. Lo ahogó en el Pacífico, junto a los pilotes de un muelle donde estaba instalada una torre bombeadora de petróleo. El nítido estremecimiento del final de la vida, la irrupción de la muerte, en la yema de los dedos, más el sabor aceitoso del agua, van a incidir fundamentalmente en el matador; ambos elementos fundidos, resucitarán bajo otras más caras ideológicas décadas después.