16.5.06

FORMALIDADES QUE MATAN

El afiche de El Halcón Maltés con Humprey Bogard como Sam Spade.

A esta altura, me parece, a más de uno de debe resultar difícil agruparse justo a los “asustadísimos defensores” de que habla Chandler y seguir “pensando constantemente en otra cosa” que no sea quien mató, realmente, a Miles Archer. Durante el transcurso del sonado caso de la valiosa y antigua joya –cuya reaparición, luego de cuatro siglos, produce una verdadera catarata de sangrienta violencia en la para nada apacible San Francisco de aquellos años- San Spade se enreda en una turbia relación sentimental (en realidad es muy difícil conocerle alguna diáfana) con una tal Brigid O’Shaughenessy, bellísima y joven criatura a cuyo lado una víbora de cascabel es una tierna pupila de colegio religioso. ¡Dios los cría y el viento los amontona!

Ella, al final, va a aceptar haber sido el señuelo que llevó al fácilmente seducible y notoriamente cornudo Miles Archer hacia el oscuro callejón: pero la duda reflota porque lo hace en medio de las innobles presiones de un hombre que, como Sam Spade, va a terminar entregándola a la policía a la par que no deja de declararle que está enamorado de ella. ¡Menos mal!

Otra duda. Esta: a pesar de la sollozada confesión de la bella Brigid, falta el móvil claro, hay una ausencia total de motivaciones consistentes en la gratuidad con que el pobre Miles Archer fue despenado. ¿Que en un descuido ella le robó la pistola al británico y así matar, con una fuerte evidencia, al detective privado para que la alimaña de su socio se encargara luego de sacarle del medio al inglés? ¿Y que no sabía ni tuvo forma de saberlo que otros hampones ya habían llegado y se iban a encargar del favor esa misma noche?

Muy pero muy poco convincente. Snif, snif: ¿no hay un sesgo muy sutilmente insidioso, como tajo de yilé, en lo escrito por Chandler?