17.5.06

PSICOLOGIA DE BOLSILLO


Este es un mundo complejo. Y la mente humana es lo más complejo que existe en él. Por eso, mucha gente, tarde o temprano, utiliza un psiquiatra. Además, están los que tienen la suerte de poder permitírselo.

El hombre no puede dejar de hacer ciertas cosas: deja de ser huérfano a los veintiún años. La mayoría hace lo que es necesario y comete errores. La gente siempre quiere algo y está haciendo cosas ridículas. Generalmente hace lo que le place y en sus vidas, a cada momento, ocurren episodios melodramáticos. Muchos tienen ideas fantásticas sobre sí mismos y sobre sus destinos. Es en las situaciones dramáticas, extremas, donde las personas aprenden a conocerse rápidamente.

Nunca se sabe qué puede hacer llorar a un hombre. Un largo silencio, un teléfono que suena, la nota falsa en la voz de una mujer. En un caso que tuve fue un cheque de dos mil dólares. Pero el horror pasa; la tragedia es como una enfermedad, y pasa. Hasta los horrores de la tragedia griega pasaron hace tiempo.

Sin embargo, los ángeles se precipitan donde los locos temen acudir. Y que hay gente que transmite la peste moral es indiscutible. También es interesante creer en la posibilidad de que cierta gente atrae las desgracia sobre sus propias cabezas: que la atrae al asumir una actitud propensa a los desastres.

Pero el concepto de culpabilidad es una cosa muy peligrosa; para empezar es psicológico; y creo que la culpa es algo de lo que tenemos que librarnos. Cuando los hijos culpan a los padres por lo que sucedió o los padres culpan a los hijos por cosas que han hecho ellos, eso ya es parte del problema y lo agrava. La gente tiene que observarse cuidadosamente a sí misma. Culpar a los otros es hacer lo contrario.

He dejado de dar consejos. Aún los que los piden se molestan al recibirlos. Si uno oculta su espíritu en las profundidades de uno mismo y fuera de la vista, no podrá ser totalmente destruido. Aunque bien puede ser que uno quede ciego en la oscuridad interna. En las pesadillas que albergo en el fondo de mi espíritu, sexo y muerte se confunden.

La segunda personalidad que la mayoría de nosotros lleva adentro suele salir a la luz y actuar con violencia. Luego, hay que vivir con ella como un gemelo siamés loco, por el resto de la vida. No puede forzarse al propio inconsciente a dar una información como si fuera una computadora. Sólo retrocede, metiéndose más adentro de su guarida.

La paternidad no es sólo una cuestión de genes. La gente hace a su familia cosas que no soñaría con hacer a los extraños. He llevado casos en los que los hechos se abrían por grados, como fisuras en el firme terreno del presente, para hundirse profundamente en los estratos del pasado. Cuando hay problemas en una familia, éstos tienden a reflejarse en su miembro más débil. Y los otros lo saben: le hacen concesiones a este miembro conflictuado, trata, tratan de protegerlo y demás porque no ignoran que ellos mismos están implicados. Tuve una vez un cliente que había perdido a la madre a edad temprana y en ese momento corría el riesgo de perder a la esposa. Las dos pérdidas juntas no formaban un diseño, pero sugerían la posibilidad de uno.

¡Con qué facilidad lo que hacemos por una buena causa puede trocarse en otra mala! La falta de escrúpulos penetra por todas partes. Todos tenemos que cuidarnos. Coraje o terquedad a la enésima potencia es más o menos lo mismo.

Yo no hago nada para que todos me confíen sus secretos. Las personas desean hablar de lo que les duele y, a veces , eso suaviza las penas. También, aunque no siempre, los agravios hacen decir la verdad a los resentidos.

Suicidarse es una decisión cruel. Muchos intentos son inventados, en principio, como una farsa para impresionar. Nadie puede prever en qué punto la comedia se convertirá en penosa realidad.
No armonizo con los espíritus artísticos. He conocido a unos cuantos artistas y pueden resultar amigos difíciles. Los borrachos son hasta poco generosos consigo mismo.

Mi cara tiene el aspecto de siempre, en la medida en que yo pueda decirlo. Es maravilloso lo mucho que un par de ojos pueden ver sin que lo visto los cambie. Para su propio bien, el animal humano es casi demasiado adaptable.