17.5.06

LAS MUJERES, EL AMOR Y EL MATRIMONIO


A mí las mujeres me gustan individualmente. En ciertas circunstancias todas emiten los mismos sonidos. Creo el lugar para ellas es el hogar, pero no el mío. El secundario había un tipo de chica que yo observaba de lejos y que nuca he podido tocar: las que tenían petróleo, oro o dinero de bienes raíces disuelto en la sangre como añil.

Mi ex esposa decía que no podía soportar la vida que yo llevo. Que la daba demasiado a oros y muy poco a ella. En cierto sentido, tenía razón. Pero realmente todo concluyó en el hecho de que ya no estábamos enamorados uno del otro. O, por los menos, uno de los dos ya no lo estaba.
La seguridad es el gran sustituto norteamericano del amor. Y mientras las mujeres sigan poseyendo las tres cuartas partes de la propiedad de los Estados Unidos, habrá hombres que tratarán, con éxito, de arrebatársela. Por eso la sociedad secreta más grande de este país es la de las muchachas bien nacidas que se casaron con quien no deben y viven para lamentarlo.
Pero por poco compensadora que puedan ser sus vidas de casadas, todas las mujeres adoran la idea del casamiento. Hay un sentimiento levemente imperioso que adquieren luego, cuando son la única mujer en una gran casa. Un hombre muy simple y una mujer muy compleja es una combinación que puede convertirse es una alianza perfecta. Aunque para un hombre es muy duro estar casado con una mujer más inteligente que él y tener a la de uno en un pedestal no siempre significa estar haciéndole un favor. Hoy hay una especie casi extinguida de mujer: la que vive a la sombra de su marido y sólo se aparta de ella cuando el hombre está fuera de acción.

Algunas mujeres se vuelven groseras. Es cuando se casan muy jóvenes, se encuentran atadas a una cocina y se despiertan, diez años después, pensando dónde está el mundo. Pero las mujeres casadas con niños a cuestas, no son mi plato favorito. A medida que los hombres envejecen, si saben lo que les conviene, empiezan a gustar de mujeres que también están envejeciendo. Lo malo es que la mayoría de ellas están casadas.

No se debe ser duro con una madre. Hasta la ley admite una mitigación cuando una mujer ha sido dominada y asustada por un hombre. Las manifestaciones del amor materno son impredecibles. Una vez conocí a una que trataba de crear una familia con un muchacho desbocado y un marido reticente, tratando de formar un algo, un todo, de vidas malogradas. Pensé que era toda una mujer.

Hay otras, en cambio, que nunca pueden llegar a dominar por completo ese accidente que es la belleza y que las convierte en cosas, en zombis en un mundo totalmente desamparado, tan doloroso para contemplar que es como si nos enfrentara con crucifixiones sin sentido. Algunas, por ejemplo, tienen una atmósfera de oxígeno puro: si se las respira profundamente pueden causar vértigo y alegría o envenenar. Tienen ojos melancólicos bajo largas pestañas y mejillas ligeramente hundidas, como si se hubieran alimentado de la propia belleza. Sus carnes tienen ese levísimo exceso que hace a los hombres seguir a una mujer por la calle. Si se vuelven y me miran con ese género de miradas que a uno le hacen desear ser más joven, más bello y tener un millón de dólares, es precisamente cuando me aseguran que no soy así.

Después está la clase de rubias que maduran temprano, como las frutas en California, y permanecen en una adolescencia adulta durante algunos dulces meses o años, y luego caen en manos del primero que se acerca. El recuerdo de la época dulce les queda adentro y fermenta. Pero a las mujeres, sentir lástima por sí mismas, les ayuda a levantar el ánimo. He visto a sensibles que prefieren morir en un sueño vagamente esperanzado que vivir en la luz angustiosa de la vigilia.

La mujer fácil siempre es un peligro: sea frígida o ninfómana, esquizofrénica, interesada, alcohólica o, a veces, todo eso junto. El regalo decorativamente envuelto por ellas mismas, con frecuencia se vuelve una bomba de tiempo, de fabricación casera, chocolate con veneno adentro.
Un día me sorprendí envidiando a un hombre, preguntándome cómo los indiferentes consiguen mujeres tan interesantes y que los quieran tan profundamente. No es cosa fácil de determinar, con respecto a ninguna mujer, si son endurecidas que tienen momentos de blandura o tiernas que pueden, en ocasiones, mostrarse duras. El dolor que uno comparte con ellas casi siempre tiene un ingrediente de deseo, y pienso que por lo menos a veces uno podría llevarlas a la casa e intercambiar provisoriamente un poco de calor.

Ultimamente he empezado a ver una buena cantidad de esas camas circulares, de unos dos metros y medio de diámetro que parecen altares de esperanza dedicados a viejos ídolos. Los humores rancios de la vida: humo estancado de cigarrillos, bebidas mezcladas, perfume espeso, el indescriptible almizclado de del sexo. Una vez me pareció que el mal era una cualidad femenina, un veneno que segregan y les trasmiten a los hombres como una enfermedad. Aunque muchas veces me han apuntado individual y colectivamente, cada vez es una experiencia nueva, pero una pistola única en manos de una mujer es el arma más peligrosa.

Dios se equivocó. Le dejó los testículos a Eva...