17.5.06

EL DIOS DINERO

Cierta vez, un Rolls Royce, con una muñeca al volante, me pasó cerca y yo me sentí irreal. Reconozco instintivamente el aspecto de los que disfrutan el dinero amasado cerca de tres generaciones atrás. El dejo de arrogancia que tienen en las palabras hacen pensar que están habituados a comprar cosas y personas.

El dinero nunca viene solo; como todo los demás, exige un precio y cuesta demasiado: es la sangre misma de la ciudad: si uno no lo tiene, sólo vive a medias. Pero a mí no me gusta ganarlo con el sufrimiento ajeno. Trato de no hacerlo. Los billetes se cargan con algo de las personas que los han tocado. Cuando las ganancias pasan de cierto límite, uno pierde el sentido de las cosas. De pronto, las demás personas parecen objetos factibles de ser comercializados. En una ocasión un queque por cien mil dólares me excitó de tal forma que no me agradó mucho. Por debajo de la excitación había una vaga depresión, como si yo perteneciera de alguna manera al cheque, en lugar que el cheque me perteneciera a mí. Pero la transferencia de dinero me convierte en un ser ágil e inteligente.

Junto con el sexo, constituye las dos raíces del mal; con marihuana, la materia prima de los sueños. He visto a una cantidad apreciable de esos perritos que viven esperándolo y que cuando lo heredan es demasiado tarde: el de la gente mayor es un producto cuya adquisición suele resultar muy caro.

Pero no se puede culpar al dinero de lo que produce en las personas. El mal está en ellas y el dinero es el pretexto que utilizan, se vuelven locos por él cuando han perdido otros valores.
Hay gente que respira riqueza, En ciertos círculos sociales al dinero se lo ve, pero no se lo nombra. La propiedad privada viene con colores indelebles y no encoge los egos. Hay caras con ciertos rasgos aristocráticos que no siempre implican inteligencia., capacidad ni siquiera decencia, pero que por lo común acompañan al dinero. Una vez tuve un cliente al que parecía causarle un indudable y enorme placer comunicarme que el padre formaba parte del directorio de un Banco, como si el dinero le confiriese una gracia espiritual, compartida por lo que hablan de las personas que lo poseen. Pero la mayor parte de la gente rica pone el grito en el cielo si tiene que dar un níquel; por experiencia sé que es muy duro cobrarle a los ricos una vez que el caso ha sido resuelto. Y aunque no lo llamen venta, a eso se reduce y muchas madres lo hacen: un baile de presentación en sociedad es lo más cercano que existe a un mercado de esclavas en el Sudán.

El dolce far niente con signo dólar: cuerpos proscriptos de Hollywood y Nueva York, medio desnudos, femeninos y masculinos, asándose al sol o reclinados en los largos sillones de los porches sombreados de los moteles, mientras otros proscriptos se agrupan alrededor de la pileta que riela al fondo del predio. Una vez vi a un hombre que miraba un edificio de metal y vidrio como buscando inspiración. Pero sólo era un monumento al dinero.

Las casas de juego parecen supermercados sin nada para vender. Adentro, frente a las máquinas tragamonedas, la gente parece estar accionada por idénticos mecanismos. Las alimentan con monedas de veinticinco centavos y de un dólar con la mano izquierda, mientras que con la derecha tiran de las palancas como si se tratara de un grupo de trabajadores en una fábrica de dinero. Hay muchachos de ojos tiznados, tan jóvenes que aún no se afeitan, y mujeres con guantes masculinos de trabajo en las manos que usan para mover las palancas. Algunas de ellas están tan viejas y estropeadas que se apoyan en las máquinas para mantenerse derechas. La fábrica de dinero es un duro lugar para trabajar. La multitud le ruega a los naipes o a los dados como pecadores que pidieran al cielo una pequeña gracia o tira convulsivamente de las palancas como si éstas fueran computadoras que responderán a todas sus preguntas. ¿Estoy envejeciendo? ¿Por qué él me odia? ¡Vamos, suerte! ¡Inúndame de vida y libertad y felicidad!
Una buena pregunta: ¿cómo puede un hombre dejar de infringir la ley cuando no tiene dinero para vivir? En algunos casos no se encuentra ninguna prueba de otro delito que no sea la pobreza.
El mundo está cambiando, pero no con la suficiente rapidez. Aún es un mundo en que el dinero se impone o compra el silencio.